miércoles, 4 de julio de 2012

"El pecado original", fresco de Michelangelo Buonarroti en la Capilla Sixtina

                
En el Edén los seres humanos eran inocentes porque aún no habían fornicado –nos dice el V.M. SAMAEL AUN WEOR-. Los hombres y mujeres del Edén comían los frutos del árbol de la vida, y los cuatro ríos de las aguas puras de vida nutrían a las raíces de los árboles del huerto. Los hombres y mujeres del Edén gozaban de las delicias del amor entre los bosques profundos de un viejo continente que llamaban Lemuria. “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido; él comió así como ella”. “Y fueron abiertos los ojos de entre ambos, y conocieron que estaban desnudos. Entonces cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales”. 

“Así fornicaron (es decir, perdieron sus secreciones sexuales) y sacoles Jehová Dios del Huerto del Edén. “Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto del Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía a todos lados para guardar el camino del árbol de la sabiduría”. El hombre perdió sus poderes divinos cuando violó el sexto mandamiento de la Ley de Dios, que dice: “NO FORNICAR” (No derramar sus secreciones sexuales a través del orgasmo, del espasmo)”
         
“En los tiempos antiguos los hombres y las mujeres eran verdaderos magos que tenían poder sobre el fuego de los volcanes, sobre el viento y los huracanes, sobre las tormentas del mar y sobre los grandes terremotos. Cuando el hombre fornicó tuvo que trabajar con dolor porque perdió sus divinos poderes, y cardos y espinas le produjo este valle de amarguras. Antiguamente, cuando el hombre no había salido del Edén, el acto sexual sólo se verificaba dentro del recinto sagrado de los templos de misterios bajo la dirección de los ángeles. Así nacían hombres y mujeres puros entre las espesas selvas de la Lemuria.”          Fornicar es el pecado original… 

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