martes, 3 de julio de 2012

La liberación de la Conciencia – “Hágase la luz…”



El V.M. SAMAEL AUN WEOR, nos habló sobre las Luz, sobre la Conciencia, así: “Moisés dijo en "El Génesis": "¡Hágase la luz, y la luz fue hecha!" Esto no es algo que corresponde a un pasado remotísimo; no; este tremendo principio, que se estremecía con el primer instante, no cambia de tiempo jamás, es tan eterno como toda eternidad; debemos tomarlo como una cruda realidad de instante en instante, de momento en momento... 

La Esencia (o Conciencia) es lo más digno, lo más decente que tenemos en nuestro interior…  Es bella la Esencia, es, dijéramos, una fracción del Principio Humano, Crístico, de cada uno; es el Alma Humana, pues, que normalmente mora en el Mundo Causal; por eso, con justa razón, se dice de la Esencia que es Crística, o que la Conciencia es Crística; y se dice que nuestra Conciencia en Cristo nos ha de salvar… Pero lo grave de nuestra Conciencia, de nuestra Esencia, es que siendo tan preciosa, poseyendo dones tan maravillosos, poderes naturales tan preciosos, esté metida, entre todos esos elementos indeseables, subjetivos, que desafortunadamente cargamos en nuestro interior; es decir, está metida, hablando en síntesis, entre un calabozo. Ella quiere la Luz… Esto de hacer la Luz es muy grave, porque implica destruir los receptáculos o calabozos, o el antro negro donde está metida, para rescatarla, liberarla, extraerla de allí, a fin de quedar uno como debe quedar: como una persona iluminada, como un verdadero vidente, como un verdadero ser luminoso, y gozar de esa plenitud que por naturaleza nos corresponde, y a la que tenemos verdaderamente derecho. 

Pero lo que sucede es que se necesita de un heroísmo, o de una serie de actos de heroísmo tremendos para poder liberar nuestra Alma, para poderla sacar del calabozo donde está metida, para  poderla robar a las tinieblas… Rescatar el Alma, sacarla de entre las tinieblas, es hermoso, pero no es fácil; lo normal es que permanezca prisionera. Y no podrá uno gozar de una iluminación auténtica, en tanto la Esencia, la Conciencia, el Alma, esté allí embotellada, esté allí prisionera (eso es lo grave). Entonces se necesita, forzosamente, destruir, desintegrar heroicamente, con un heroísmo superior al de Napoleón en sus grandes batallas, o como el de las peleas de Morelos en su lucha por la libertad, etc., de ese heroísmo inigualable, para poder liberar la pobre Alma, sacarla de entre las tinieblas. Se necesita ante todo, conocer las técnicas, los procedimientos que conduzcan a la destrucción de esos elementos donde el Alma está embotellada, prisionera, para que venga la iluminación…” 

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