viernes, 4 de mayo de 2012

La Gorgona : Medusa



En la mitología griega, Medusa (‘guardiana’ ‘protectora’) era una Gorgona, un monstruo femenino, que volvía de piedra a aquellos que la miraban. Fue decapitada por Perseo, quien después usó su cabeza como arma hasta que se la dio a la diosa Atenea para que la pusiera en su escudo, la égida. 
         
La Medusa es la alegoría de la multiplicidad psicológica que encontramos en cada uno de los “seres humanos” (esto está en duda, pues no podemos ser humanos mientras carguemos en nuestro interior psicológico una complejidad de pecados, errores psicológicos, de demonios, “Yoes”, etc.)  
         
Cada pensamiento, cada sentimiento, cada sensación, cada deseo, cada gusto y cada aversión es un "Yo". Estos "Yoes" no están conectados entre sí, ni coordinados en forma alguna. Cada uno depende de los cambios de las circunstancias exteriores, y de los cambios de las impresiones que recibimos a través de los cinco sentidos exteriores. 
         
En todo momento, cada uno de estos "Yoes" sólo representa a una muy pequeña parte de nuestro Centro Intelectual, Emocional, Motor o Instintivo; pero cada uno de ellos pretende representar a la totalidad de nuestras funciones psicológicas.  
         
Cuando el ser humano dice "Yo", cree que está expresando la totalidad de sí mismo, pero en realidad, auncuando lo pretenda, es sólo un pensamiento pasajero, un deseo pasajero. Una hora después lo puede haber olvidado completamente, y expresar con la misma convicción una opinión, un punto de vista, o un interés opuesto. Lo peor de todo es que el ser humano no lo recuerda. En la mayoría de los casos cree en el último “Yo” que se expresó, mientras éste dure: esto es, hasta que otro "Yo", a veces totalmente desconectado del precedente, exprese su  opinión o deseo en un tono más fuerte que el primero. 
         
El desarrollo interior o psicológico (el “Creced y Multiplicaos” del Génesis Hebraico) del ser humano, no puede comenzar basado en la mentira quE uno se hace a  sí mismo, ni engañándose a sí mismo. Nosotros necesitamos saber lo que tenemos y lo que no tenemos. Esto significa que debemos darnos cuenta que no poseemos las cualidades que nos arrogamos, entre otras la Individualidad o Unidad, un “Yo” Permanente, y Conciencia despierta. 
         
Y es necesario que cada uno de nosotros lo sepa, porque mientras creamos que poseemos estas facultades no haremos los esfuerzos  apropiados para adquirirlas, exactamente como una persona que no comprará cosas caras, pagando un alto precio por ellas, si cree que ya las posee. 
         
La más importante y la más engañosa de estas cualidades es la Conciencia despierta. Y el cambio en el ser humano comienza por el cambio de su comprensión del significado de la Conciencia, para seguir luego con el acrecentamiento gradual de ella. 
         
¿Qué es la conciencia? En la mayoría de los casos en el lenguaje ordinario se usa la palabra "Conciencia" como un equivalente de la palabra "inteligencia", en el sentido de actividad de la mente. En realidad, la Conciencia es una especie muy particular de "darse cuenta" lo cual es, independiente de su actividad mental. Ante todo, "darse cuenta" de sí mismo, darse cuenta de quién es él, dónde está, y más aun "darse cuenta" de lo que sabe, de lo que no sabe, y así sucesivamente. Sólo uno mismo puede saber si en un momento dado está "consciente" o no.  
         
Esto fue probado hace mucho tiempo en cierta corriente de pensamiento en la psicología europea, la que comprendió que sólo el mismo hombre puede conocer ciertas cosas acerca de sí. 
         
Aplicándolo a la conciencia, significa que un hombre puede saber si su Conciencia existe en un momento dado o no. Esto quiere decir que la presencia o la ausencia de la Conciencia en un hombre no se puede verificar por la observación de sus actos exteriores.  
            
En algunas Escuela de Auto-perfeccionamiento del ser humano se enseña este ejercicio para comprobar el estado de quebranto en que se encuentra la Conciencia de cada uno de nosotros: “Tome un reloj —se le dice al aspirante— y contemple la saeta larga, procurando conservar la percepción de sí mismo y de concentrarse en la idea: "Yo soy XX y estoy aquí en este momento.” Procure no pensar más que esto; siga sencillamente el movimiento de la saeta larga conservando la Conciencia de sí mismo, de su nombre, de su existencia y del lugar en que se encuentra.” 
         
Al principio, esto parece sencillo e incluso un poco ridículo. Naturalmente, se puede conservar presente en la mente del practicante la idea de que se llama XX y de 
que está ahí, en este momento, mirando cómo se desplaza muy lentamente la saeta grande del reloj. Pero no tarda en darse cuenta de que esta idea no permanece mucho tiempo inmóvil en él, que toma mil formas y que se  desliza en todos los sentidos. 

Pero, aun así, debe reconocer que no le piden que mantenga viva y fija una idea, sino una percepción. No le piden únicamente que piense que es, sino que lo sepa, que tenga de este hecho un conocimiento absoluto.  
         
Ahora bien, siente que esto es posible y que podría producirse en él, aportándole algo nuevo e importante. Descubre que mil pensamientos o sombras de pensamientos, mil sensaciones, imágenes y asociaciones de ideas totalmente ajenas al objeto de su esfuerzo le asaltan sin cesar y le apartan de este esfuerzo. A veces, es la saeta la que capta toda su atención, y, mirándola, se pierdo de vista. Otras veces, es su cuerpo, una crispación de la pierna, un pequeño movimiento en el vientre, lo que le aparta de la saeta del reloj al propio tiempo que de sí mismo.  
         
Otras, cree haber detenido su pequeño cine interior, eliminado el mundo exterior, sólo para acabar dándose cuenta que acaba de sumirme en una especie de sueño en que la saeta ha desaparecido, en que él mismo ha desaparecido, y durante el cual siguen trenzándose unas en otras las imágenes, las sensaciones, las ideas, como detrás de un velo, como en un sueño que se despliega por su propia cuenta mientras duerme.  
         
Y otras, en fin, en una fracción de segundo, se encuentra contemplando la saeta, y es él totalmente, plenamente. Pero, en la misma fracción de segundo se felicita de haberlo logrado… En fin, que, despechado y más aún  agotado, abandona el experimento precipitadamente, porque le parece que  acaba de verse privado de aire hasta el extremo. ¡Cuan largo le ha parecido! Sin embargo, no han transcurrido mucho más de dos minutos, y, en dos minutos, no ha tenido una verdadera percepción de mí mismo más que en tres o cuatro imperceptibles relámpagos. 
        
 De esta forma, el aspirante admite que casi nunca llega a tener Conciencia de sí mismo, y que casi nunca tiene Conciencia de la dificultad de ser consciente. 
         
“El estado de Conciencia –dicen otras Escuelas— es, ante todo, el estado del hombre que sabe por fin que casi nunca es consciente y que, de esta manera, aprende poco a poco a conocer los obstáculos que, dentro de sí mismo, se oponen a su esfuerzo.”  
         
A la luz de este pequeñísimo ejercicio, sabéis ahora que un hombre puede, por ejemplo, leer un libro, aprobarlo, aburrirse, protestar o entusiasmarse sin tener un solo segundo la Conciencia de lo que es, y sin que, por tanto, nada de lo que lee se dirija verdaderamente a él mismo. Su lectura es un sueño que se suma a sus propios sueños, un discurrir en la perpetua corriente de la inconsciencia: Pues nuestra conciencia verdadera puede estar —y está casi siempre— completamente ausente de 
cuanto hacemos, pensamos, queremos o imaginamos. 
         
Por consiguiente un esquema general del estado humano es el siguiente: 
         

Como se puede apreciar en la representación anterior, el ser humano casi nunca es consciente y no sabe tampoco hasta qué punto no es consciente.




“LA GNOSIS HA SIDO OBJETO DE LA MALA INTERPRETACIÓN DE LOS NECIOS Y DE LA TERGIVERSACIÓN INTERESADA DE LOS PILLOS”: KIPLING (IF) 


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